Hilda García
17/08/2012 - 12:01 am
Que no quede a la deriva
¿Oh, qué viste, hijo mío de ojos azules?/¿Oh, qué viste, mi querido muchacho?/ Vi a un recién nacido completamente rodeado de lobos salvajes,/ Vi una autopista de diamantes con nadie sobre ella,/ Vi una ensangrentada rama negra que permanecía goteando,/ Vi una sala llena de hombres con sus martillos ensangrentados,/ Vi una escalera blanca toda […]
¿Oh, qué viste, hijo mío de ojos azules?/¿Oh, qué viste, mi querido muchacho?/ Vi a un
recién nacido completamente rodeado de lobos salvajes,/ Vi una autopista de
diamantes con nadie sobre ella,/ Vi una ensangrentada rama negra que permanecía
goteando,/ Vi una sala llena de hombres con sus martillos ensangrentados,/ Vi una
escalera blanca toda cubierta de agua/ Vi diez mil de oradores cuyas lenguas estaban
todas rotas,/ Vi armas y afiladas espadas en manos de niños pequeños,/ Y es dura, y
es dura, es dura, y es dura,/Y es una dura lluvia la que va a caer…
Bob Dylan, “A Hard Rain’s A-Gonna Fall“, 1962.
Con los versos de la canción de Dylan comenzó Javier Sicilia su discurso en Los Ángeles. Con una ruta que va desde San Diego hasta Washington, D.C., la intención de la Caravana por la Paz es la de hacer notar a Estados Unidos y a su sociedad civil la relación que hay entre ambas naciones
Desde el 2006 se han contabilizado poco más de 60 mil muertos a causa de la guerra contra el narcotráfico. Es cierto, muchos de ellos tienen que ver con una lucha de plazas entre grupos delincuentes, pero por más que como se dice “sea entre ellos” es una guerra que salpica a ciudadanos inocentes que son interceptados en su vida cotidiana por una bala perdida o porque fueron confundidos o simplemente porque así es una guerra.
Estamos a finales del sexenio de Felipe Calderón, quien hizo suya la bandera de una guerra contra la delincuencia organizada.
Y si bien nadie está en contra de que se abata el crimen, se ha cuestionado mucho la estrategia y las decisiones que se han tomado para terminar con el narcotráfico, pues el resultado, al final, es que los ciudadanos nos sentimos más inseguros, más vulnerables y con un gran miedo a salir, a dejar que nuestros hijos salgan a divertirse en la calle como solíamos hacerlo nosotros porque si no es por una bala, puede ser por un secuestro exprés, por extorsión o por un asalto con violencia que no queremos que estén fuera de casa, que no se topen con ninguno de los grupos que pelean terrenos, ni objetivos políticos. Es decir, la sociedad civil, aquella que se dice que existe, que opina, que vota, tiene miedo y parece que no se le toma en cuenta.
Son sólo los discursos o las notas con números que hacen notar el crecimiento de la violencia, pero no el cómo se vive esa violencia.
Por lo que se espera, Enrique Peña Nieto tomará posesión en diciembre y según declaró está decidido a comenzar con un nuevo diálogo con Estados Unidos para definir una nueva estrategia y que busca acabar con el reparto de culpas entre autoridades de distintos niveles. Sin embargo, tampoco se habla de la sociedad civil. Si esa a la que pertenecemos usted y yo.
Pero mientras eso ocurre, es como si estuviéramos en un impasse sin hablar ya del número de muertos y del costo que a nivel nacional ha traído la lucha contra el narcotráfico. Y las notas que salpican los medios son la violencia en Veracruz y ahora recrudecida en San Luis Potosí. Es como si nos hubiésemos olvidado de las operaciones Rápido y Furioso, de que en Estados Unidos se libra una batalla que parece unilateral y no bilateral como se dice en los discursos. Por eso, aunque cuestionable para muchos, la Caravana por la Paz cobra sentido en Estados Unidos.
“Cuando los gobiernos pierden la claridad que permite mantener el rumbo y el diálogo entre dos países como lo ha sido en el caso de las relaciones México/EU, es preciso que las sociedades civiles de ambas naciones desplieguen una diplomacia ciudadana que permita crear puentes de entendimiento, mecanismos alternos de solidaridad y de construcción de una Agenda Binacional que supere el callejón sin salida que se ha generado con la visión militarista-policial de la guerra contra el narcotráfico, impuesta por y desde los gobiernos de los dos países”, señaló Javier Sicilia durante su alocución en Los Ángeles.
Y es cierto… pareciera que cada país se envolvió en sus carreras presidenciales y fuera del diálogo quedaron los temas binacionales, pero en particular la lucha contra el narcotráfico.
En el marco electorero quedó el Rápido y Furioso, incluso las acusaciones hechas contra Walmart por supuesto lavado de dinero… en México también quedó en el plano de la anécdota la mención del supuesto narcotráfico detenido en España presumía sus fotografías con Enrique Peña Nieto. No se dice más y no se investiga más. Todo sigue su curso, todo mundo se deslinda y no pasa nada.
Sin embargo, en ese contexto es que no se nota la política bilateral, no se nota ninguna decisión y pareciera que de aquí a diciembre que habrá cambio de estafeta en México el tema ya no es importante o dejó de estar en agenda. Ahora se habla sólo de los logros que se han tenido en temas diversos y es como si la política binacional antidrogas no tuviera nada que decir, resultados que entregar o al menos, explicación alguna.
Incluso, esta misma semana, quedó claro que a nadie le interesa dar ni números oficiales de los asesinados en esta guerra, ni tampoco se habla de reclamos por Rápido y Furioso, ni se habla de resultados sobre la detención del “Chapito” que no era “el Chapito”.
Sólo como mención queda recordar que esta misma semana en entrevista con el diario Reforma, Eduardo Gallo, ex presidente de México Unido contra la Delincuencia, señaló que el gobierno actual pretende dejar al aire la cifra de asesinados para que al final del sexenio no se asocie este número al saldo que arrojará la Administración de Felipe Calderón.
La cifra de los muertos registrados en los últimos cinco años, añadió, supera por mucho la estimación de 47 mil 515 registrados hasta el 30 de septiembre del 2011. Muchas personas, lo sabemos, están aún desaparecidas y no han sido contabilizadas.
No sé si es la Caravana por la Paz la que permita que se tome conciencia al final del sexenio lo que hemos perdido en materia de seguridad. Sé que muchos sostienen que la batalla contra el narcotráfico ha sido positiva porque era imposible vivir en ciertos lugares donde la violencia ya se había posicionado de ciertas geografías y sus sociedades, pero también es verdad que con otro tipo de estrategia también habríamos encontrado soluciones para que la violencia desapareciera.
Hoy se siente como que ya vamos de salida y nada importa. Si es la Caravana por la Paz, si es ésta u otra columna, un reportaje y la denuncia de los que han sufrido como sociedad civil la violencia de esta lucha, tendrán que poner énfasis en que hay una cuota que se ha pagado, pero que a la llegada del nuevo gobierno no puede seguir pensándonse en que no pasó nada.
No podemos quedar a la deriva.
Es importante cambiar el camino, seguir luchando contra el narcotráfico, el lavado de dinero y la violencia que esta industria genera y no olvidar que si bien hubo buenas intenciones, es importante exigir que la diplomacia bilateral se reajuste y voltee hacia la sociedad civil, hacia la gente que ha sufrido pérdidas, miedo y quiere recuperar su México…
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